Cebolla y salud
El contenido en minerales y vitaminas de esta hortaliza es verdaderamente sorprendente. Proporciona hierro, fósforo, potasio, magnesio y azufre; así como vitaminas de los grupos A, B y C, por lo que su consumo ayuda al correcto funcionamiento de numerosos órganos y sistemas del cuerpo humano, desde los nervios hasta la piel.
La cebolla es especialmente rica en flavonoides, que es el nombre genérico de una serie muy amplia de compuestos orgánicos sintetizados por las plantas con distintas funciones en su ciclo vital, pero que han demostrado tener numerosas propiedades medicinales. Son, por ejemplo, antimicrobianos, anticancerígenos y protectores del sistema cardiorrespiratorio.
Los compuestos de flavonoides destacan también por sus efectos antioxidantes, ya que captan los radicales libres y así inhiben la reacción química de oxidación en cadena que daña las células.
En particular, las cebollas aportan el flavonoide llamado quercetina, que en algunas variedades llega a suponer el 10% del peso seco. Este compuesto tiene efectos tónicos sobre el corazón, mejora la circulación y la resistencia de los vasos capilares, previene enfermedades, protege el estómago, es diurético, antialérgico, espasmolítico y antiasmático.
Además, distintos estudios científicos han destacado que la quercetina de las cebollas no se degrada y conserva al menos parte de sus propiedades aunque se consuma hervida o frita.
La cebolla en la dieta y la digestión
Aparte de sus beneficios para el organismo y para prevenir distintas enfermedades, hay que destacar que se trata de un alimento sin apenas grasa y que 100 g de cebolla solo aportan 45 calorías al organismo. También provee de fibra y tiene efectos depurativos y diuréticos, al favorecer la eliminación de líquidos y ayudar a eliminar toxinas.
Todo ello la convierte en un producto forzoso en cualquier dieta de adelgazamiento y para controlar el peso, pero además se resalta que la cebolla aporta sensación de saciedad.
Por otra parte, ayuda a la correcta digestión al prevenir trastornos gástricos y actuar contra los parásitos intestinales; por ejemplo, estudios clínicos han demostrado que comer cebolla es útil en la infección por toxoplasmosis.
La cebolla y el sistema circulatorio
Es bien conocido que el consumo regular de frutas y hortalizas, por su riqueza en antioxidantes, es una de las claves en la prevención de las enfermedades cardiovasculares (ECV), provocadas por factores diversos como el colesterol alto, la hipertensión o el aumento de la coagulación de la sangre.
En este cometido, el papel de las cebollas es el más destacado. Un estudio de la Universidad de Talca (Chile) concluyó que la cebolla y el ajo son las únicas hortalizas que previenen todos estos riesgos; es decir, las únicas que tienen igualmente efectos antiagregante plaquetario e hipotensor.
Así, el consumo regular ayuda a conservar la elasticidad de las arterias y venas y mantiene en niveles adecuados el colesterol, que son los principales factores de la arterioesclerosis o estrechamiento de las arterias. A la vez, la cebolla incrementa la capacidad de la sangre para disolver coágulos y prevenir por tanto las trombosis.
Por otra parte, se ha relacionado también a las vitaminas y minerales que aporta la cebolla con la producción de glóbulos rojos.
La cebolla y el sistema respiratorio
Uno de los usos más populares y tradicionales de la cebolla es como remedio ante distintos tipos de afecciones respiratorias. Los estudios médicos han probado que en efecto sus compuestos de azufre, los responsables del picor, tienen efectos expectorantes y ayudan a tratar la tos y los mocos en catarros, faringitis o bronquitis. La piel de la cebolla roja, sin ir más lejos, se utiliza como materia prima para producir extractos broncodilatadores.
Por su acción sobre los bronquios, la cebolla es especialmente recomendada en los casos de asma. Su consumo tiene efectos preventivos y se usa como remedio casero ante los episodios de ahogo y dificultad de respiración que caracterizan a esta enfermedad, ya que tiene propiedades antihistamínicas; es decir, palía los efectos de las reacciones alérgicas, que son la causa fundamental del asma.
La cebolla en las enfermedades de próstata y riñones
Desde la antigüedad, la cebolla se ha utilizado en el tratamiento de la diabetes y de trastornos renales. Distintas investigaciones han demostrado la eficacia de estas fórmulas tradicionales.
Así, en un estudio se indujo diabetes mellitus en 15 conejos adultos y se les trató luego con extractos acuosos de cebolla. Todos ellos mostraron una reducción significativa de los niveles de glucosa en sangre frente a los animales usados como control, demostrando que la cebolla es un excelente alimento para los diabéticos, ya que ayuda a mantener unos niveles adecuados de azúcar.
En el caso del sistema renal, la cebolla ayuda a prevenir la hiperuricemia o exceso de ácido úrico, que al no ser eliminado provoca enfermedades como los cálculos renales o la dolorosa gota.
La cebolla en la prevención del cáncer
La relación entre la dieta y determinados tipos de cánceres ha sido puesta de manifiesto en numerosos estudios epidemiológicos, probando que los individuos que consumen más frutas y verduras son menos susceptibles a desarrollar cánceres y otros tumores, como el de estómago y el colorrectal.
Estos beneficios son comunes a muchos vegetales, pero hay varios trabajos que los han probado específicamente con el ajo y la cebolla en distintos tipos de cáncer. La web del National Cancer Institute de Estados Unidos recoge varios estudios de población, desde Europa a China, que muestran “una relación entre el aumento del consumo de ajo y una reducción en el riesgo de ciertos tipos de cáncer, como los cánceres de estómago, colon, esófago, páncreas y seno”.
Los científicos señalan que hacen falta todavía estudios más amplios para concretar los efectos anticancerígenos de la cebolla, pero sí se admite que la familia Allium presenta especiales posibilidades para prevenir tumores, ya que a su riqueza en fibra, antioxidantes y vitaminas suma también propiedades antibacterianas.